Hey, toro!

Un poquito de aire fresco para desconectar nunca viene mal. Entre pinos, con el ruido del río, los pajarillos, al pie de la montaña...

Fin de semana rodeado de animales. El ciervo que no se ve pero que estar tiene que estar, que por eso han puesto la señal; los jabalíes monteses; el águila y la heineken; los mosquitos 'ostia que no hay'; los pajarillos; y, por supuesto, el oso. Que no hay osos en la sierra de Yeste? No ni poco. Eso sí, el oso se llevó un buen codazo en el hígado y le tocó dormir fuera de la cueva. Hasta su osezno se asusta al escucharle!

Pues eso. Que a la montaña se va uno a descansar y a desconectar. A subir y bajar montañas, aunque sea por el asfalto. A visitar el pueblecito más cercano, su castillo, su iglesia y tomarte una cervecita bien fresquita en una terracita. A comprar ese toro que sólo compra un turista que sea capaz de poners un boxer a rayas blancas y negras con brillito. A traerte el arbolito de turno a ver si lo puedes convertir en bonsai, aún arañándote los brazos en el intento. A meterte en el río hasta las orejas, aunque el agua esté fría de c... narices. A obligar a tu marido a que se meta en el agua aunque esté fría de narices, él no lleve calzado adecuado y además él sea más de tubo de escape que de pino. Y, por supuesto, a la montaña se va también uno a quejarse y a cascarrabiar un rato. No hay montaña que se precie sin su señor uraño. Uraño y calvo.

Han sido sólo un par de días, pero, aunque no os lo creáis, no llevábamos ni 5 minutos en la city y echábamos de menos el río, los pinos, al ciervo, los jabalíes y hasta al oso si me apuras. Al calvo no lo echamos de menos. Quede claro.